ERRATA no livro A Ética e suas Negações

No início do capítulo I. Paternidade e Abstenção, a editora Rocco cometeu um terrível erro: eles simplesmente suprimiram uma linha que prejudica totalmente a compreensão da primeira frase. A frase completa é a seguinte:



Durante toda a história da Filosofia, a Ética tem sido Ética do ser, o imperativo moral básico foi sempre ‘Deve-se viver’, e tudo o resto, uma justificativa desse imperativo.



quarta-feira, 10 de janeiro de 2024

Antinatalism, Abortion and Existence (A discussion between Karim Akerma and Julio Cabrera)

Nos últimos anos tenho participado de debates sobre o aborto dentro do Antinatalismo. Esta inserção da questão do aborto num movimento mais amplo deu a este debate características próprias: como alguém que se opõe ao nascimento poderia opor-se ao aborto?

A grande maioria dos antinatalistas é pro-aborto, e o raciocínio parece fácil e direto: se somos contra dar à luz pessoas porque as manipulamos colocando-as num mundo cheio de sofrimento, é óbvio que devemos concordar em abortar um ser que irá ser manipulado e jogado no sofrimento.

Contudo, essa inferência não é tão fácil quanto parece. Acho que é possível ser antinatalista e antiaborto na medida em que a decisão de não ter filhos e a decisão de abortar filhos são duas decisões lógica e eticamente diferentes. Explico isso em meu texto.

O professor Karim Akerma, da Alemanha, que é pro-aborto, e eu, Julio Cabrera, da Argentina-Brasil, que tenho uma linha antiaborto, decidimos publicar nossas contribuições sobre o tópico. Apresentamos nossa diferença de ideias num ambiente plural, guiados por um respeito básico pela posição oposta. Mas, ao que parece, as nossas posições são inconciliáveis.

Você pode encontrar os textos do Professor Akerma e os meus em Antinatalism, Abortion and Existence (A discussion between Karim Akerma and Julio Cabrera)

Julio Cabrera



domingo, 24 de dezembro de 2023

NOBEL (Segunda parte): ISHIGURO, JELINEK, TOKARCZUK

Amigos,

Aunque no hubo ningún comentario sobre mi primer mensaje acerca de los Premios Nobel de Literatura, envío ahora un segundo con ideas más específicas sobre algunas obras y autores de lo que leí hasta ahora.

(A la lista que envié antes, agrego ahora otros dos libros que leí en ese período: “Guía para un paseo al infierno”, de Doris Lessing (PN 2007), y el primer volumen de la trilogía del Cairo de Nagib Mahfud (PN 1988, “Entre dos palacios”).

Quiero aclarar, tal vez innecesariamente, que las siguientes son apenas impresiones de lectura que derivan de un encuentro (o de un desencuentro) de sensibilidades. Por lo tanto, no será extraño que los escritores que me impresionaron vivamente sean precisamente los que ustedes más detestan y viceversa. De todos modos, trataré de explicar mis gustos sin que éstos puedan jamás reducirse a esas explicaciones.

De lo que leí, me gustaron enormemente “Mente cautiva”, de Czeslaw Milosz, “Una cuestión personal”, de Kenzaburo Oe, y, especialmente, “Sobre los huesos de los muertos”, de Olga Tokarczuk.

De lo que no me agradó, destaco dos obras em particular, “Vestígios del dia”, de Kazuo Ishiguro, y “La tocadora de piano”, de Elfriede Jelinek. En este mensaje voy a decir por qué me pareció maravillosa la obra de Tokarczuk y cuáles son los aspectos de la escritura de Ishiguro y Jelinek que me provocaron desagrado.

Los libros de Ishiguro y Jelinek fueron ambos llevados al cine: “Vestigios del día” (James Ivory, 1993) y “La profesora de piano” (Michael Haneke, 2001), y las respectivas películas resuelven satisfactoriamente los dos problemas que apunto a continuación.


Comienzo con Ishiguro. Me parece un gravísimo error de escritura que Ishiguro cuente la historia del mayordomo Stevens en primera persona, pues hay numerosas ideas y contenidos, filosóficos y políticos, que jamás podrían ser relatados por un mayordomo tal como presentado en el libro. Este que considero un error de escritura llega a su ápice cuando uno de los políticos invitados de Lord Darlington se propone mostrar, con un ejemplo vivo, que el pueblo desconoce totalmente lo que está ocurriendo en el mundo en toda su complejidad, y llama entonces al mayordomo Stevens y le hace una serie de preguntas muy complicadas, de carácter económico y político, a las que el mayordomo responde, humildemente, que no es capaz de responderlas.

Sin embargo, como la historia está contada por el propio mayordomo Stevens en primera persona, él es perfectamente capaz de formularlas con toda su complejidad en su relato, para, en seguida decir que ellas están más allá de su entendimiento. El lector puede cotejar el texto del capítulo “Tercer día – noche”, ya hacia el final, en donde el mayordomo cuenta cómo los patrones lo llamaron y le hicieron la siguiente pregunta: “Mi buen hombre, tengo una pregunta para usted. (…) Usted considera que la situación de débito con América constituye un factor significativo para la actual baja de nivel del comercio? ¿O cree que esto es una pista falsa y que la raíz de la cuestión está en el hecho de abandonar el oro como referencia?”.

Tal como está descrito, el mayordomo jamás podría reconstruir esta pregunta (ni las dos siguientes) con tanta precisión y elegancia. Él simplemente se quedaría estupefacto, y no tendría ninguna capacidad para reconstruir la pregunta que no entiende en absoluto. Pero como la novela está escrita en primera persona por el mayordomo, él, de repente, adquiere una portentosa capacidad de formular perfectamente lo que no entiende.

Es obvio que cualquier buen escritor tenía que contar esta historia en tercera persona. En el filme de Ivory la historia está narrada en rigurosa tercera persona, y específicamente esa parte crucial de las diferencias sociales. Y la soberbia interpretación de Anthony Hopkins pone de relieve la total ingenuidad e perplejidad del personaje de la manera más expresiva.

(Es claro que esta observación no afecta los valores del resto del relato: destaco el personaje del padre de Stevens, muy colorido y conmovedor, y toda la relación de Stevens con Miss Kenton, muy bien trabajada).


Jelinek. Algo que todo buen escritor debe, en mi opinión, cuidar, es de no relatar lo obvio, lo que no precisa ser dicho porque ya está claramente expuesto, la habilidad de dejar las cosas sugeridas, sin necesidad de decirlo todo. Grandes escritores de la sugerencia son, claro, Henry James, Kafka, Proust, Virginia Woolf, Borges y Cortázar, entre muchos. Es claro que hay grandes escritores de lo explícito (creo que Dostoievski es un buen ejemplo); pero creo que hasta para ser explícito el escritor tiene que conservar siempre un resto de sutileza. Nunca mostrar todo el juego, siempre dejar algo velado. Ningún buen escritor lo dice todo. (Ni siquiera un periodista lo dice todo).

El relato de Jelinek está repleto de frases innecesarias, que roban contundencia al relato, precisamente por decir lo que sólo habría que sugerir, y sin la contundencia y riqueza descriptiva de un Dostoievski. Muchísimas frases de Jelinek, sobre todo en la primera mitad de la novela, son superfluas y banales, como si se tratase de un borrador con anotaciones sobre una novela aún por ser escrita. Pongo algunos ejemplos.

En lugar de mostrar, en la acción, el amor ambiguo de Erika por su madre, la autora escribe: “De todo lo que Erika hace con la madre, en seguida se arrepiente, porque ama su madre, que ya conoce desde su más tierna infancia”. Siendo evidente que la presencia de la madre cohíbe cualquier relación sexual con hombres, Jelinek siente la necesidad de decir eso con todas las palabras: “(…) ella nunca podría someterse a un hombre, después de pasar tantos años sometida a la madre”. ¿Precisaba decir eso después de páginas y páginas en donde eso es claramente mostrado? Otra: es perfectamente claro que Erika es una frustrada; no se precisa decir: “(…) esa separación es una especie de venganza por tantas cosas que sufrió, ya que ella misma también fue puesta de lado en el pasado”. Una vez que la pasión del joven Klemmer ya fue perfectamente descripta, no era necesario decir: “Walter Klemmer no puede esconder de sí mismo que desea poseer a su profesora. Quiere conquistarla de cualquier manera”

El libro está atravesado por decenas de frases inútiles como ésas, que quiebran el carácter abierto de las descripciones, subestimando la capacidad comprensiva del lector, como suponiendo que el lector no va a entender si no se le dice todo explícitamente. El texto es más compacto en las últimas 100 páginas. También aquí el extraordinario filme de Haneke mejora enormemente la obra original; la ambigüedad y riqueza de las imágenes, y la magistral interpretación de Isabelle Huppert, hacen desaparecer totalmente las banalidades y reiteraciones inútiles del original.

Claro que ésta es la primera obra de Jelinek que yo leo (“Deseo” está en la pila, esperando lectura), y utilicé una traducción portuguesa que tal vez arruinó el original alemán. De manera que mis comentarios deben ser tomados con pinzas.


En contraste con Jelinek, Olga Tokarczuk es – ésta sí - una inmensa escritora. Hago un contrapunto extraño entre esta obra y el libro de Agatha Christie “Endless night”, de 1967. Ambos libros tienen título retirado de poemas de William Blake, “Conduzca su arado sobre los huesos de los muertos” y “(…) algunos nacen para el dulce placer, otros nacen para una noche sin fin”. Este último poema está citado por Christie en el capítulo 14 de “Endless night”, y en el capítulo 5 del libro de Tokarczuk: “Toda noche y todo amanecer, algunos nacen para sufrir, toda mañana y todo anochecer, algunos nacen para el dulce placer, otros nacen para una noche sin fin”. También el extraordinario libro de Tokarczuk relata una “noche sin fin”.

Más allá de los títulos, se puede ver, con alguna imaginación, algunas semejanzas de “Sobre los huesos…” con otras novelas de Christie: (1) Ambas novelas están narradas por el asesino (recurso que Christie ya había utilizado en la famosa “El asesinato de Roger Ackroyd”, 1926). (2) Como en “Matar es fácil” (1939), Tokarczuk utiliza el recurso de que asesinar es muy simple si quien comete los crímenes es la última persona de quien se sospecharía. (3) Y como en “La casa torcida” (1949), el culpable está a la vista del lector durante todo el tiempo y, sin embargo, no lo descubrimos.

La anciana Dusheiko no sólo ayuda a su amigo Disio en la traducción de William Blake al polaco, sino que tiene al sombrío poeta inglés como mentor. Ella escribe: “(…) quien siente ira y no actúa, propaga la pestilencia. Es lo que dice nuestro Blake”. Y Dushiko actúa, matando a los 4 cazadores de animales que asesinaron a sus dos amadas perras. Según ella, son los propios animales que se vengan, usándola como instrumento.

El libro de Tokarczuk es un “noir” ecológico, en donde la situación de los animales en un mundo de cazadores, legales o ilegales, es el tema fundamental. A pesar de que los crímenes de la anciana Dusheiko son espantosos, sus víctimas no son inocentes, y, de alguna forma, mueren ajusticiados a la sombra de todos los animales que mataron e hicieron sufrir.

Conté el final, desvelando el misterio, para que no cometan el error de leer “Sobre los huesos…” apenas como una novela policial. Es mucho más que eso. Es una reflexión en movimiento sobre vida, muerte y dignidad animal, humana o no.

Más tarde o más temprano, todo se transforma en cine: el libro de Tokarczuk fue filmado bajo el nombre “Pokot”, por la directora polaca Agnieszka Holland en 2017, con guion escrito en colaboración con la propia Olga. Como casi toda gran obra literaria, ella es inmensamente superior a la película. Curiosamente, al revés que en el caso de “Vestigios del día”, aquí precisamente la presencia opresiva de la primera persona es crucial, y se pierde en la versión filmada. Como también se pierde la preciosa conexión con William Blake.

Julio Cabrera
Deciembre, 2023

 
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