ERRATA no livro A Ética e suas Negações

No início do capítulo I. Paternidade e Abstenção, a editora Rocco cometeu um terrível erro: eles simplesmente suprimiram uma linha que prejudica totalmente a compreensão da primeira frase. A frase completa é a seguinte:



Durante toda a história da Filosofia, a Ética tem sido Ética do ser, o imperativo moral básico foi sempre ‘Deve-se viver’, e tudo o resto, uma justificativa desse imperativo.



sexta-feira, 1 de dezembro de 2023

Premios Nobel de Literatura (1901 - 2023)

Amigos

En mi lejana juventud leí ávidamente, en una Biblioteca de Premios Nobel en castellano, muchos de los escritores premiados anteriores a 1970: Rudyard Kipling (PN 1907, Inglaterra), Selma Lagerloff (1909, Suecia), Maurice Maeterlinck (1911, Bélgica), Rabindranath Tagore (1913, India), Knut Hamsun (1920, Noruega), Jacinto Benavente (1922, España), George Bernard Shaw (1925, Irlanda), Thomas Mann (1929, Alemania), Sinclair Lewis (1930, EU), Luigi Pirandello (1934, Italia, un autor de gran influencia en mi pensamiento, sobre todo en mi teoría negativa de la argumentación), Eugene O’Neill (1936, EU), Roger Martin Du Gard (1937, Francia), Pearl Buck (1938, EU), Gabriela Mistral (1945, Chile), Hermann Hesse (1946, otro autor de gran influencia), André Gide (1947, Francia), William Faulkner (1949, EU), Bertrand Russell (1950, País de Gales), François Mauriac (1952, Francia), Ernest Hemingway (1954, EU), Juan Ramón Jiménez (1956, España), Albert Camus (1957, Argelia, otra gran influencia), Boris Pasternak (1958, Rusia), John Steinbeck (1962, EU), Jean-Paul Sartre (1964, Francia, el filósofo que me llevó a estudiar filosofía) y Samuel Beckett (1969, Irlanda).

Después de publicar todos mis libros, ya en el nuevo siglo, tuve tiempo y concentración para volver a la lectura. Pero no volví a leer filosofía profesional. La filosofía que me interesaba no estaba contenida en los libros de filosofía, sino en obras literarias y en el cine. Filosofía informal y diletante, balbuceante diría yo.

En mi programa de lectura, me dispuse a leer los premios Nobel de literatura posteriores a 1970. Yo ya había leído a algunos de ellos: Gabriel García Márquez (1982, Colombia), William Golding (1983, Inglaterra), Octavio Paz (1990, México), José Saramago (1998, Portugal), Harold Pinter (2005, Inglaterra) y Mario Vargas Llosa (2010, Perú). Comencé este programa en inicios del presente año. Hasta ahora leí las siguientes obras:

“La honra perdida de Katarina Blum”, de Heinrich Böll (1972, Alemania), “Mente cautiva”, de Czeslaw Milosz (1980, Polonia), “La gente de July”, de Nadine Gordimer (1991, Sudáfrica), “La fuente de la autoestima” y “El origen de los otros”, de Toni Morrison (1993, EU), “Una cuestión personal”, de Kenzaburo Oe (1994, Japón), “Media vida” y Estado libre”, de Vidiadhar Naipaul (2001, Trinidad), “Yo, otro”, de Imre Kertesz (2002, Hungría), “Desgracia”, de John Coetzee (2003, Sudáfrica), “La profesora de piano”, de Elfriede Jelinek (2004, Austria), “Estambul”, de Orhan Pamuk (2006, Turquía), “El africano”, de Jean-Marie Le Clézio (2008, Francia), “Flores de ruina” y “Primavera de perros”, de Patrick Modiano (2014, Francia), “Vestigios del día”, de Kazuo Ishiguro (2017, Inglaterra) y “Sobre los huesos de los muertos”, de Olga Tokarczuk (2018, Polonia).

La mayoría de estos libros no me interesó. Inclusive, algunos de ellos me parecieron mal escritos (pero es claro que no leí a ninguno de esos autores en su lengua original). Sólo admiré enormemente dos de esas obras. En mensajes sucesivos, voy a decir alguna cosa sobre estos libros. En este mensaje, sólo quiero presentar una reflexión general sobre los Premios Nobel de literatura.

En su testamento, Alfred Nobel, que estaba muy angustiado por el uso bélico que se hacía de sus descubrimientos científicos (en particular, la dinamita), estipula claramente que el premio será dado “(…) al autor de la más notable obra literaria de inspiración idealista”. O sea, a escritores humanistas y benefactores, y no a escritores pesimistas, escépticos, nihilistas, misántropos, o enemigos de la cultura o de la humanidad, por más que fueran grandes escritores en el sentido formal.

El premio Nobel no es, pues, en su inspiración original, totalmente literario, sino también político y guiado por una idea filosófica. Por eso, no cabe protestar (como muchos hacen) cuando el premio es otorgado a un escritor apenas regular, o no tan brillante, pero en cuyas obras resplandece un ideal humanista, constructivo y esperanzador.

Este criterio humanista o idealista fue bastante seguido en las entregas del premio em las primeras décadas del siglo XX, tanto en los laureados como en los excluidos. Por ejemplo, la Academia no quiso entregarle el premio a Émile Zola, por su materialismo raso, ni a Tolstoi, que se burlaba de la civilización y pregonaba una vuelta a la vida salvaje. Anatole France finalmente recibió el premio en 1921, pero sólo después de ácida disputa de los académicos para saber si era un escritor idealista o un total escéptico. Thomas Hardy fue excluido porque sus escritos transmiten un sordo pesimismo fatalista.

Sin embargo, entre los premiados hay algunos casos sorprendentes: George Bernard Shaw era un escéptico, Eugene O’Neill un terrible pesimista, Jean-Paul Sartre un filósofo que describe las relaciones humanas en los peores colores, Samuel Beckett es un escritor sombrío y nada humanista, y William Golding tiene una desconfianza radical sobre la civilización mucho mayor que la de Tolstoi.

Esta tendencia pesimista y desanimadora se ha acentuado en varios de los escritores premiados en las últimas décadas. Escritores como Naipaul, Kertész, Coetzee, Jelinek, Pinter, Pamuk, Tokarczuk y Peter Handke, presentan a los humanos perdidos en un mundo incomprensible y cruel, inmigrantes y exiliados con graves crisis de identidad, en medio a instituciones tradicionales – como la familia - cayendo a los pedazos. El estado crepuscular de los escritores actuales parece hacer olvidar casi totalmente el espíritu “idealista” con el que Alfred Nobel quiso, en sus orígenes, guiar la entrega de los premios. Al final, parece que los premios están hoy siendo dados a grandes escritores, aunque ellos tengan muy poco o nada de idealistas, humanistas o constructivos.

A nosotros, pensadores pesimistas y antinatalistas (que defendemos la idea de que sería mejor no nacer), nos cabe, tal vez, mostrar que los escritores negativos son, a final de cuentas, benefactores de la humanidad. Tal vez presentando la vida humana en sus colores más sombríos hagamos por la humanidad mucho más que a través de obras luminosas y edificantes.

Julio Cabrera
30/noviembre/2023

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